La mañana trae siempre consigo un hilo de
esperanza, el nuevo amanecer renueva expectativas y deseos, a pesar de que en
muchas ocasiones la rutina es la que nos marca el rumbo del día a día, nos
levantamos, nos cepillamos, nos tomamos un café, un pan con algo de mantequilla
o hay aquellos que prefieren cuidar un poco su figura y se sirven una taza de
leche con cereal y miel, pensamos en el almuerzo, los niños se preparan
para sus colegios y los más grandecitos se van a la universidad, los
padres partimos a nuestros trabajos, antes de salir, mi pastilla de losartán para
la presión, que en medio de mi estrés es mi esposa quien me la recuerda antes
de mostrarme las facturas que no cesan en llegar, es como una rutina, algo tan
sencillo y obvio, que aunque sintonice el dial de 92.1 no puedo evadir otros asuntos,
infortunadamente, al levantar solo un poco la mirada y sin mucho esfuerzo, reparo
en mi vecino, a sólo un paso de nuestras vidas, él, a diferencia de mi hogar, aún
no desayuna, desaliñado sale de su casa para proveer el alimento de sus
hijos, quienes no salen por temor al hampa, busca y rebusca en bolsas de basura
un poco de alimento de esos que nosotros dejamos en el plato para nuestros
perros, ellos se pelean por una bolsa de harina pan cuando en ocasiones la lanzamos
cual polvo carnavalero, se cepillan los dientes con agua y algo de sal, no hay
pan y sobre su mesa, el fruto del mango es su primer bocado, nosotros algo
dicharacheros tenemos temas y opciones a montones, ellos sólo gritan una cosa ¡Maduro coño e' tu madre!
No puedo evitar no darme cuenta de ello,
pero tal parece que a muchos no les importa, tal parece que aquí a mi lado
nada está pasando, en Venezuela el criminal de Maduro despojó con su grupo
armado la Asamblea Nacional, último vestigio de su democracia, sus
programas de televisión reflejan la dictadura nazi que tanto nos
lamentamos, fuimos testigos del asedio y de la expulsión de muchos
colombianos cruzando el río con sus pocas pertenecías a sus espaldas, sin
olvidar que hay más de cincuenta colombianos presos hace más de dos años con imputaciones sin respaldo probatorio y sin haber sido sometido a audiencia de
legalización de captura, es tan miserable nuestra falta de solidaridad con
seres humanos y con un país que fue nuestra casa y de nuestros padres hace más
de cien años, se necesitan infinitas páginas para detallar lo ocurrido
allí y en mi cabeza sólo zumba el estruendo silencioso de la apatía
Colombiana, abrir la frontera para que muchos oprimidos entren o cerrarla para
que tomen el ejemplo de Oscar Pérez y se hagan matar por su libertad, que las
calles retomen su inconformidad y los muertos en pilas ausculten la realidad
venezolana que asesina a un pueblo con el único propósito de no asumir sus crimines
y vejámenes.
Es hora de protestar, es hora de reclamar,
es hora de que los organismos levanten sus voces de manera enérgica, es hora de
pronunciarnos sin dilaciones, ni excusas baratas, es hora de exigir a nuestros
gobernantes el repudio mundial por la narcodictadura ilegítima y nefasta de los
criminales chavistas, es hora de nuestra fuerza activa y por más que parezca injusto
es hora de defender a nuestros semejantes del golpe mortal que los amenaza y de
la impunidad irrefutable de quien los subyuga.