viernes, 18 de agosto de 2017

El Monstruo

En el barrio de Celio Villalba Rodríguez hay que vivir por lo alto y de esto sí que Juan Carlos Estarita estaba convencido, su morada ubicada en el cuarto piso era la envidia de muchos sobre la cual solo se escuchaba entre rumores de pasillos ¡si ese apartamento hablara!

Por costumbre se asomaba por la ventana y mirando hacia abajo me hacía señas y gritaba, ¡suba compadre suba, que le tengo un negocio! A lo que enseguida contestaba - ¿compadre ya lo atendieron? Había que tenerle miedo a ese muchacho, andaba en toalla cual gigolo presto a dar sus mejores servicios. Perfumado como de costumbre, su apartamento bien arreglado y contentivo de la expresión del buen vivir generaba una sensación de tranquilidad y confort que enamoraban hasta la más esquiva doncella con sueños cual princesa de ser desposada solo en matrimonio. Para muchas representaba la estabilidad, la frescura, la empatía, la gozadora y en gran medida todo un buen profesional docto y probo añorado por toda mujer.

Obviamente, no siempre fue así.  A sus 13 años ya vivía solo con su hermana, su madre había fallecido de una penosa enfermedad y su padre a quien el siempre admiraba vivía en unión con otra compañera. Por aquel entonces lo conocí más profundamente, yo era parte de una religión de esos que van de puerta en puerta ofreciendo estudios de la biblia y para mi sorpresa no se opuso a las visitas, tenía interés en obtener respuestas del porqué de su vida tan tormentosa, hacia tantas preguntas que la única respuesta aportada era que Dios siempre estaban con él y su confianza era premiada a la manera de Dios y no en la comprensión del hombre, por alguna razón desconocida logre captar su atención y admiración. Hablamos del sol y de la luna, del alba y del ocaso, pero no había mejor tema que el de su padre.

- Juancho conocí a tu papa - me miró fijamente y replico: - ¿te está dando clases? – si Juancho el hombre enseña filosofía del derecho.  No quise ahondar mas en el tema para evitar imprudencia, pero nuevamente inquirió ¿y qué tal?  ¿Cómo lo ves? – sus ojos se llenaban de brillo y sabía que las preguntas eran propias del hijo más que del amigo, no había forma alguna de mentir, estaba en la obligación de darle una  opinión certera sin saber si podría parecerle inapropiada, entonces me di cuenta que no espabilaba;  

- Juancho el hombre es profesor de esos cuya cualidad no es desapercibida, con un compromiso con el conocimiento y con don de palabra haciendo hincapié permanente en el código deontológico y un dominio del tema que invita a la atención, el hombre es un monstruo. -

Guarde silencio esperando su reacción y trague saliva sin quitarle la mirada, porque sabía de los amores y desamores entre él y su padre, y entonces me miro y sonrió, y también lo hice, cual hijo plenamente orgulloso me preguntó ¿es un monstruo? Así es, es muy bueno. Conteste. 

Poco o nada le importaba lo pasado, lo ocurrido solo lo impulsaba a seguir adelante, a luchar por su hermoso hijo de quien orgullosamente como proa de navío era su bandera y estandarte, lo vivido le servía de bastión para despejar caminos venideros, tenía un pacto entre el estudio y la superación, entre la sutileza y la cortesía, entre la sinceridad y el resultado, entre el amor y el perdón. 

Cuando andas bendecido...sin resentimiento...ni odio...cuando no sientas eso....solo serás feliz...así como yo...del resto...inténtalo.... (Juan Carlos Estarita 31/08/2015) 

miércoles, 9 de agosto de 2017

Hablando con ella



Se acostó a mi lado sin darme cuenta y sin preguntar me tomo de la mano, poniendo la suya sobre mi mano tibia, no quise mirarla y mantuve mi cara opuesta a la de ella, sutilmente la retire evitando enojos y arrebatos de ira.
                        
Mi corazón se hallaba acelerado e inquietado, mis ojos apretados sin desear lo narrado, nervioso sentía mi aliento exhalar en mis respiros ¡Vete por favor, vete! Gritaba el pensamiento ¿qué he hecho para que estés acechándome? Me preguntaba en silencio. 
                       
¡Tranquilo, tranquilo, no pasara nada que tú no sepas! Dijo ella ¿o acaso no sabes que yo vendría aunque no quisieras?  Entonces, recordé que esa tarde, sentado al pie del ventanal, sentí un viento helado sobre mi animosa morada.     
                   
Mire hacia el firmamento y en vez de nubarrones, un cielo hermoso azul cual oleo imaginario era el panorama. Había hablado con mi madre dejando rencores atrás, habíamos hecho las paces y prometimos nunca más volver a llorar.    
                    
Recordé mis compromisos, mi jornada laboral, recordé que fue una tarde mágica, un día muy bonito y algo especial ¿A qué has venido y por qué a esta hora? pregunte con firmeza, mirándola de frente y sin vacilar.        
                
¡Pero que carácter! dijo ella, no mereces mi respuesta, vengo a la hora y el día que yo prefiera, pero no te alteres, hoy vine solo para darte un pequeño abrazo, entiende que finalmente tú y yo, seremos tarde o temprano como sal y arena.
                        
Del infinito vengo y allí volveré, no sufrí antes y no lo haré después, viví y goce la vida y si puedo lo hago otra vez. Are la tierra y coseche sus frutos y en ellos me deleite, ame a mis amigos, a mis enemigos también perdone.

Crecí en medio de una niñez que nunca olvido, mis amigos de ese entonces aun hoy están conmigo, tengo una esposa y unos hijos que adoro y si parto de este lugar, donde quiera los llevo conmigo, me voy tranquilo y sin enemigos.

¡Ya, Ya, pero que fastidio! Visitare otro amigo, mejor me retiro, busca la paz contigo mismo, te noto intranquilo, no estoy del todo convencida, no tengo porque decirlo, tal vez cuando regrese en ese entonces te llevare conmigo. 

final de una vida

He aquí un hombre contemplando el final de una vida, nos creemos fortachones, dueños del mundo y nos vamos en silencio, solitarios y am...