Sentado
en el piso, su espalda descansaba sobre la pared estucada de blanco, de momento
estiraba los pies y luego los recogía, tronaba los dedos de sus manos,
observaba cual perito el trabajo ya terminado, el techo con mejor
altura, luces Led y en yeso cartón, la tenebrosa telaraña eléctrica
ya no existía, todo fue mejorado, nuevos puntos eléctricos y la acometida ya no
representaba un peligro, había gastado tres veces el presupuesto inicial
fijado, pero contrario a sentirse animado, se sentía vacío, ese esfuerzo dejo
incomodidades y caras largas, el lugar de los televisores fue cambiado, los
aires y los armarios también fueron reubicados, pero en un descuido en el pago
de su servicio de tv-cable, le fueron suspendidos y ello fue el detonante o más
bien el develo del antifaz, consintió que el trabajador conectará el televisor
al servicio de televisión por cable del primer piso y siendo descubierto fue
llevado al paredón de la humillación, del descalificativo, de la marca cual
apóstata sentenciado al desprecio voraz de quienes le trataban, había mejorado
notablemente las condiciones del lugar habitacional de sus hijos, miraba hacia
la cocina y había constatado que todos los enredijos de espacios
estuvieran sellados, reubico la nevera, la sala también se veía más
reluciente, contratiempos, incomodidades, claro que sí, pero finalmente mirando
sin observar, se veía a sí mismo, cabizbajo y apenado esperaba el pago de sus
honorarios para cancelar la facturas de dos meses que sostenía en sus manos,
luz, gas y servicios de internet, teléfono y cable, peor aún, no le había
pagado la quincena a la empleada de servicios, en fin, se dio cuenta que estaba
solo, que asumió costos y gastos que eran necesarios pero no urgentes,
que si bien se deleitó en el fin trazado, lo embargaba una pena sin
consuelo, no por el dinero que no recibía, sino porque sentía que no merecía
tal trato esquivo y despectivo.
Sollozo
subió las escaleras al tercer piso, aun se hallaba en obra negra, camino
hasta el borde y decidió sentarse en él, sufría de vértigo pero su estado somnoliento
no dio aviso de eso, miro hacia el cielo y su mente cavilo sutilmente sobre
ideas que disgustan, medito sobre lo aprendido y sobre lo vivido, experiencias
de otros y enseñanzas de muchos, desde niño sometido a creencias religiosas, a
la persignación y al rezo, en la imposición de la fe, aquello que no se
ve, pero se siente, aquello sobre lo cual no se puede discutir, no poner en
duda, ni entredicho, por más que alegara el derecho de no creer en su
defensa, el martillo justiciero de fanáticos creyentes reprochaba y clavaba
el abominable hierro sobre su sien, la letra escarlata o el ocultamiento
temeroso y reservado de no ser descubierto por su incredulidad, discriminado
cual confeso señalando su osadía blasfema. Levanto la mirada y entonces dijo:
¡Oh
Señor! tu que todo lo sabes y todo lo ves, a ti no te puedo mentir, no
creo en tu existencia, mucho menos en las historias escritas sobre ti, creo en
el amor como fuente de vida, como antagonista de la violencia, creo en la
humildad y en la sinceridad como base de progreso, en la dulce palabra como
puente de comunicación, edificante de tolerancia aun en disenso, creo en el
error como fuente de éxito, en el apego a la naturaleza, en la dulce
admiración del canto de aves matutino, en el polen de las flores,
en la cigarra y en la luciérnaga que vuela, creo en el amor a los
detalles, grandes o pequeños, en el abrazo de mis hijos y en el beso de
mi esposa, creo en la amistad, aquella que sin preguntar y sin dudar,
dice presente cuando muchos se van, pero me incomodan los fariseos, los
arrogantes y los traicioneros, prefiero un enemigo sincero y no al hipócrita
que te da un beso, amo el sol por la mañanas y a la luna cuando llega,
ese soy yo, el amante y el que escribe versos sin darme cuenta, el amigo y el
papá, el hijo y hermano, ese soy yo el jurista togado, quien
también sueña y anhela, que sin tener a quien Orar se le arruga el corazón y
llora de tristeza, Dios, cómo me gustaría que existieras!